por Nicolás Castañares

Si la historia de la palabra escrita es la historia de la humanidad, entonces Johannes Gutenberg es nuestro más grande mentor. Por eso en el día internacional del libro nada mejor que indagar un poco en la vida del famoso artesano e inventor alemán que convirtió a los libros en un bien asequible para el común de los mortales.

Aunque su invento, la imprenta moderna, es considerado como uno de los descubrimientos con mayor impacto en la historia, gran parte de la vida de Gutenberg está repleta de incógnitas y lagunas. Se sabe por registros históricos que el inventor se llamaba en realidad Johannes Gensfleisch y que nació hacia 1398 en Maguncia. El nombre por el que se lo conoce, explica la Sociedad Gutenberg, procede de una casa propiedad de su padre, un rico patricio local dedicado a la orfebrería, lugar al que la familia dio el apodo de “zum Gutenberg”, probablemente en la década de 1420.

A finales de la década siguiente, los historiadores creen que Gutenberg comenzó a desarrollar un dispositivo de impresión de textos más eficiente en un intento por pagar las deudas de un negocio de espejos que había fracasado. Hasta entonces, en Europa se empleaba la técnica del grabado sobre madera, o xilografía, que permitía imprimir gran número de imágenes sobre tela o papel a partir de una única plancha. Este proceso tenía, sin embargo, el inconveniente de que las planchas de madera, además de requerir mucho tiempo para su talla, se deterioraban rápidamente. La solución llegó en manos de Gutenberg: La máquina que inventó sustituyó los bloques de letras de madera tallados a mano por tipos metálicos de fácil fundición, que luego se sumergían en tinta propia para imprimir páginas enteras de una sola vez, tecnología que hoy conocemos como “tipos móviles”. Esto permitió reproducir escritos con una rapidez y a una escala sin precedentes.

Y así fue: se calcula que en el siglo XVI ya había 200 millones de libros impresos gracias a su invento, que dio origen a una nueva era de comunicación de masas y a una nueva rama de los medios de comunicación: la prensa.

Su impresión más famosa es la Biblia de Gutenberg, también llamada “B42” debido a que suma 42 líneas por página. Se cree que fue el primer libro en el mundo occidental impreso con tipos móviles. Publicada entre 1452 y 1454 en el taller que el inventor tuvo en Mainz, se estima que aproximadamente 150 números fueron impresos en papel, más otros 30 sobre pergaminos. Hoy todavía se conservan alrededor de 50 copias en distintas bibliotecas y museos del mundo.

La Biblia de Gutenberg fue impresa en Latín, algo que la Iglesia Católica exigía en aquella época. Pero unas décadas más tarde llegaría otro alemán revolucionario: Martín Lutero, quien en 1534 tradujo la biblia al alemán, desacatando la prohibición de la Iglesia y creando, sin quererlo, nuevos parámetros para el idioma alemán. Su biblia traducida se convirtió en un estándar para el uso y la gramática del alemán. Hoy se la considera como el el primer documento de consulta del idioma, ya que hasta entonces el idioma alemán y sus reglas habían estado sometidos a los vaivenes de los cuantiosos dialectos germánicos que se hablaban en cada región.

Por otra parte, si bien todo parece claro ahora, la enorme importancia que tuvo el desarrollo Gutenberg no le mereció por entonces reconocimiento alguno. De hecho, sucedió todo lo contrario. A finales de 1455, Gutenberg fue acusado de emplear el dinero que se le había prestado para la «fabricación de libros» en “otras cosas”. El victimario fue Johann Fust, un rico comerciante de Núremberg, que le había prestado 800 florines para la fabricación de la imprenta y otros 300 más para gastos de papel, pergamino y tinta. Los estudiosos creen que este dinero se estaba invirtiendo en la impresión de la célebre Biblia de 42 líneas, aunque antes ya había impreso un manual para aprender latín así como formularios de indulgencias papales. Fust finalmente logró que los tribunales condenasen a Gutenberg a devolverle el dinero que le adeudaba más los intereses, 1.200 florines en total, una suma enorme a la que Gutenberg no podía hacer frente. El resultado fue que Fust retuvo el material impreso y se apropió del negocio al tiempo que se deshizo del fastidioso inventor al que robó sus hallazgos. Pero no fue solo Fust, uno de los ayudantes más hábiles de Gutenberg, Peter Schoeffer, también lo traicionó. Schoeffer conocía perfectamente la técnica de Gutenberg y fue contratado por Fust, de quien sería yerno poco más tarde, para encargarse del que fue uno de los talleres más prósperos de Europa.

No obstante y gracias a la fortuna, Fust y Shoeffer no lograron monopolizar el desarrollo. Gutenberg había logrado conservar al menos una prensa con la que siguió trabajando en Maguncia y donde entrenó nuevos artesanos. Hasta que en octubre de 1462, Maguncia fue asaltada y saqueada por tropas del príncipe Adolfo II de Nassau, obligando a muchos artesanos y comerciantes a abandonar la ciudad, entre ellos los distintos impresores que se habían formado en el negocio en los últimos años. Esta emigración favoreció la rápida difusión del arte de la imprenta a lo largo del Rin y luego por toda Europa.

Como curiosidad, hoy podemos encontrar en el centro de Frankfurt un monumento que rinde homenaje a los tres personajes: Gutenberg, Fust y Shoeffer comparten atrio como grandes amigos en la plaza Roßmarkt, a metros de la estación Hauptwache. En la escultura hay cuatro figuras heráldicas representan a las ciudades Mainz, Estrasburgo, Frankfurt y Venecia, las ciudades de impresión más antiguas.

Foto: Carsten Costard. Museo Gutenberg.

Fuentes: Historia National Geographic www.historia.nationalgeographic.com.es

Museo Gutenberg www.mainz.de/microsite/gutenberg-museum/splash-page.php

Sociedad Internacional Gutenberg www.gutenberg-gesellschaft.de/

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